Alguien dijo que todo rico es ladrón o heredero de ladrones. Por ello es habitual oirles decir que la pobreza es culpa de los pobres; es su principal alegato.

La última representación de esta constante histórica la tenemos en las declaraciones de la FADE ante el cierre de la fábrica de Suzuki en Gijón: «Es culpa de los trabajadores, que no se bajaron el sueldo y arruinaron la competitividad de la empresa«.


Con esta idea tan sencilla despachan la explicación al suceso.

No son inocentes las palabras de la FADE. A base de repertir una mentira, se acaba convirtiendo en verdad. Es por ello que no sobra una contestación al exabrupto de la patronal asturiana.

El primer comentario, no por obvio es menos necesario. Cuando no había «crisis» ¿por qué existía la fábrica de Suzuki? Pues no, no era por altruismo, o por que los accionistas de la multinacional sean filántropos empeñados en generar empleo en Gijón. Existía porque daba beneficios. Y ¿de donde salían esos benefícios? Pues salían del trabajo de los hombres y mujeres asalariados de Suzuki. Si no hubiesen necesitado de la mano de obra humana para generar beneficios no hubiesen contratado a nadie, eso seguro.

Por más complejo que sea el lenguaje de los economistas, el funcionamiento del capitalismo es simple: unos ponen capital y otros ponemos trabajo. La conjunción de ambas partes genera unas pusvalías que se reparten entre los dos. Hay más factores que entran en juego, claro está.

Podríamos hablar de la equidad en el reparto de esas plusvalías, por ejemplo. Pero quiero reflexionar sobre otro factor fundamental. Toda actividad económica tiene una repercusión en la
sociedad: accidentes laborales, sacrificar gran parte de nuestro tiempo de vida al trabajo, contaminación, enfermedades, etc. Sin embargo, el reparto de la plusvalía generada permite llegar a un acuerdo tácito entre ambas partes. La sociedad consiente con las repercusiones de la actividad económica si a cambio se genera empleo que permita a los miembros de la comunidad ganarse la vida. Este pacto tácito se omite en el debate, porque esta omisión es la que permite convertir la mentira de la FADE en «verdad».

Volvamos al caso de Suzuki en Gijón. Las inversiones de la multinacional japonesa vinieron acompañadas de generosas subvenciones.

Es decir, la parte que aporta el capital no se la jugó mucho. Es más, si tenemos en cuenta que las subvenciones salen de los impuestos de todos, son los propios trabajadores y trabajadoras los que, no solo pusieron su talento y fuerza de trabajo, si no que también contribuyeron a la inversión. En el pacto que mencionaba antes, la empresa ya partía de una situación de ventaja, no arriesgaba ni con las inversiones.

El consejero delegado de Suzuki Motor España, Masayoshi Ito, y otros directivos de la compañía, en Oviedo.

Ahora que la cosa viene mala, HAY QUE TENER MUCHA CARA PARA DECIR QUE LA CULPA ES DE LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS.

No podemos cerrar esta respuesta sin señalar que la CNT está en contra de ese pacto tácito del que hemos hablado. La existencia de un pacto entre dos partes implica que la sociedad está dividida en dos.

Nos guste o no existen las clases sociales: Los que vivimos de nuestro trabajo y los que viven del trabajo de los demás. Los de la otra clase nos están haciendo la guerra. Nos agreden hasta con la palabra, como acaba de hacer la FADE. Ante estas agresiones la respuesta no puede ser la búsqueda de la paz social, es ridículo.

Ya está bien de poner la otra mejilla. Ya está bien de ceder para mantener una sociedad que es insostenible. La existencia de millones de trabajadores y trabajadoras en el paro por culpa de empresas como Suzuki es una dura enseñanza.

Pero demostremos que hemos aprendido algo: La paz social es un crimen.

Por admin

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