Ayer se nos fue José. Compañero en la lucha y amigo en la vida que deja una imborrable huella entre quienes tuvimos el privilegio de compartir con Él una o más facetas de su vida.
A una edad (65 años) que se considera «temprana» en los tiempos que corren, la implacable «parca» nos lo ha arrebatado. Una vida corta. Corta, sí, pero intensa. Tanto en lo laboral como en el compromiso social al que nunca hizo ascos.
Nacido en unos tiempos difíciles (1953) y miembro de una familia numerosa (eran cinco hermanos) pronto, al igual que muchos de sus coetáneos, tuvo que abrirse camino en la vida como mejor pudo. Y aunque algo estudió, había que comer. Así que… su vida laboral comenzó a temprana edad. Trabajando en la construcción y, sobre todo en el montaje, tuvo que «patearse» más de media península para procurarse el sustento hasta que, ya bien avanzados los años 80, consiguió entrar en la factoría de la antigua ENSIDESA Veriña en la que desarrolló su labor profesional hasta que fue pensionado por incapacidad, a causa del «desgaste» al que nos somete el trabajo. A la par, incrementó y afianzó una «conciencia de Clase» que ha mantenido hasta el último aliento.
Quienes llevamos 40 o más años en la CNT podemos recordar que ya en 1976 (aún en la clandestinidad), militaba en la Organización Gijonesa (primero en el Sindicato de la Construcción y, después, en el del Metal). Y era un Militante de los que nunca han abundado: Comprometido, Solidario, Serio, Constante, Metódico (llevando cuentas u organizando archivos no ha habido muchos como Él), lo cual no era óbice para que se le viese en la lucha callejera o el el tajo en las que nunca se arredró. Y siempre en disposición de «arrimar el hombro» y aportar cuanto estuviese en su mano.
En distintas épocas, ocupó cargos diversos en la Organización Confederal, tanto a nivel Local como Regional sin que nadie haya podido nunca poner objeción alguna a las tareas de gestión desarrolladas.
Deja un hijo (Héctor) que le ha dado un único nieto (una de las mayores alegrías de su vida en los últimos años), y una Compañera (Julia), una larga familia biológica, y una larguísima familia Confederal entre quienes deja un vacío que va a ser muy difícil (por no decir imposible) reemplazar.
Aunque sabemos que «la muerte es el final de la vida» al que todos, irremediablemente, nos vemos abocados, no somos pocos quienes pensamos que «hay gente que nunca debería morir». Y este, bien podría ser uno de los casos.
Para quienes le hemos conocido y compartido vivencias, nunca dejará de ser un referente y un ejemplo a seguir. Sí, nos deja un gran vacío. Pero, a la vez, muchas enseñanzas que, a la postre, nos servirán para contribuir a que sus esfuerzos no hayan sido baldíos.
Si, entre nosotros, solemos decir aquello de «que la tierra te sea leve», no va a ser el caso. De los cuatro elementos naturales, al final le faltó el aire. Y Él ha elegido el fuego. Se dice que «el fuego purifica». Pero como en José no hay nada que purificar, no nos queda otra que desearte que «el fuego te dé el calor que, sin duda, te mereces.
HASTA SIEMPRE, COMPAÑERO.