Fuente: Cartes de Cuturrasu

“Yo aquel día quería marchar andando a mi país… Me puso la cara aquí, frente a mi cara, pegada, estaba dándome voces, daba golpes en la mesa, rompía platos, tenía un cuchillo en la mano y yo pensaba que no iba a volver a ver a mis hijos…”

 

No puede seguir hablando, baja la cabeza, esconde la cara negra entre las manos negras; M es una mujer dura, pero esta vez ha sido demasiado “es un día que no lo voy a olvidar jamás” La inspectora de trabajo tiene modales suaves, aguanta unos segundos la pausa, pero debe seguir haciendo su trabajo: “¿Y eso de los insultos?” L es más expansiva, toma el relevo de su compañera, “Nos decían tonta, bestia, no tenéis ni idea, ignorantes; se tapaban la nariz, decían cerda…”, pero ésta no se calla ni debajo del agua: “…Y yo le dije que se bañara, que ella no se baña, ¡ella sí que huele!” (Si Vd. pasea por delante del establecimiento y observa los chorretones de grasa en los cristales y en la parrilla de las sardinas al inicio de la jornada, recuerdo de días anteriores, sabrá que L habla con conocimiento de causa)

 

Luego responden acerca de las estupendas condiciones de trabajo: “No nos daban ropa de trabajo, la llevábamos nosotras y en el cuarto de cambiarse había una cámara para vernos el culo, y otra en la despensa, para que no robásemos comida” “¿No os daban la comida?” “No, ni beber. Agua. Los camareros la bebían de botella, yo del grifo, para que no dijera que me daba nada” “En el Ramadán yo me llevé mi bocadillo para la noche. Me vio mover la boca y vino a mí como una fiera. Qué comes. Yo como mi bocadillo que no comemos en el día. Yo como de pie mientras trabajo. Yo como mi comida que yo traigo de mi casa” “Como yo hablo mal español ella se burla de mí, me dice bu, bu, bu…”

Tardaría bastante en llegar andando a su país, al Senegal. M tiene cuatro hijos, estudian bien, por suerte; su marido pertenece al sector de la construcción, o sea que engrosa las largas listas del paro, así que ella tiene que trabajar también fuera de casa. La médica, al verla en tan lamentable estado, le preguntó que si la había agredido físicamente. “No, eso no”. Baja por ansiedad, pronóstico veinte días.

 

El lío empezó a la hora del cierre, la madrugada del sábado, con el restaurante a tope. El jefe dio permiso para salir a la ucraniana, que trabaja desde hace varias semanas sin contrato; ellas se quejaron, el equipo de cocina debería tener el mismo horario, quedaba tarea, y él se puso como una fiera, volvió a insultarlas, como solía, empezó a dar golpes sobre la mesa, a gritar y a romper la vajilla. “Con el bar lleno de gente, mirándonos, ¡qué vergüenza!, su hermana le decía que no se pusiera así” Les dijo que estaban despedidas, M comentó que de acuerdo, pero que les pagase todo lo que debía, y aquello fue Troya.

 

Yo le dije que no me despedía, que me iba yo, pero que me diera el dinero de mis hijos, que les tengo que enviar el dinero y mis padres son viejos para trabajar. L es dominicana, tiene a su cargo tres hijos  y un nieto, que viven al otro lado del charco; desde que empezó a trabajar no ha visto un euro. Primero que si el diez, luego que si la Semana Grande, ahora que entre el uno y el diez, y yo necesito mi dinero…pero yo no quiero volver a trabajar aquí, me están engañando como nunca lo habían hecho.

 

La mañana del 20 de agosto L y M cursaron sendas denuncias en la Inspección de Trabajo de Gijón contra Luis Adolfo Peláez Díaz y Pilar Peláez Díaz,  propietarios de la Sidrería La Dársena, en el Muelle de Gijón. M había acudido a partir de un anuncio en El Comercio en el que se pedía cocinera a jornada completa; afirma que la llamaron en Semana Santa y fue trabajando días alternos, sin contrato, sin Seguridad Social, cobrando en mano al final de cada jornada, a razón de ¡cinco euros la hora! Por fin el 23 de junio la dieron de alta a media jornada, para hacer realmente once horas diarias; tuvo que suplicar el pago de esos días porque se murió su madre y necesitaba enviar dinero para el entierro; cobró, tarde, esta vez a 5’95 €. Desde entonces, con el mismo horario de trabajo, sin descanso semanal alguno, no ha visto ni un céntimo más. L no sabe qué tipo de contrato tiene, aunque la Seguridad Social le ha confirmado que han estado cotizando por ella desde una semana después del inicio del trabajo hasta el día que, en solidaridad con M y en queja del maltrato, decidió renunciar. Tampoco ha cobrado nada.

Las denuncias quedaron ratificadas en entrevista de ambas con la inspectora de trabajo el 27 de agosto y esta misma mañana se ha presentado la demanda en la Unidad de Mediación. Puede que esto ayude a que se corte una larga cadena de abusos a inmigrantes, a personas con necesidad de trabajo; tienen los empleadores el asunto muy bien estudiado. “Ya me reiré yo de vosotras cuando llegue la hora de cobrar…¡Ya llegará el invierno y os moriréis de hambre!” “Yo le digo a Pilar que si ahora no está contenta que me despida, pero dice vete tú, que si te echo cobras paro y en tu país no hay paro”

 

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Por admin

3 comentarios en «Crónica de la infamia»
  1. Yo trabajé ahí hace 8 años, todo lo que comentan esas chicas es verdad y se quedan cortas.

    Los insultos constantes por los 5 miembros de la familia, los gritos que se escuchaban en el comedor, el cambiarse con una cámara, el decírte el día 10 que pagaría el 16, el 16 el 25 y en el 25 «cobraréis cuando se haga caja, si no os jodéis!», trabajar seguido de 11am a 2,3 de la mañana,con media hora para comer. Darnos de baja de la SS sin saberlo. Ir ellos de cacería y traer 2 jabalíes y un corzo por ejemplo y había que despiezarlo y limpiarlo ( para consumo familiar)y si no terminábamos no salíamos, una vez nos dieron las 4 de la mañana.

    Si se te ocurría decírle algo se te pegaban a la cara, te pegaban cuatro gritos y te decían que «ellos eran gente pesada en Gijón» que si decías algo que quien perdíamos éramos nosotros.

    Cuando le puse la denuncia en la Gota de Leche me dijeron «Uy , La Dársena?, aquí hay más de veinte denuncias ya de personal de cocina y sala» ¡y así se quedó!¡Como si nada!.

    Pero la denuncia la sigo teniendo en mano.

    Ya era hora que estos desalmados saliesen a la luz pública, son bien conocidos por la gran mayoría de los trabajadores de la hostelería en Gijón.

    Ahora que de verdad la Justicia funcione como debe.

  2. Los trabajadores regulares nocturnos no deben trabajar más de 8 horas en cada periodo de 24 horas. Las Regulaciones del Tiempo de Trabajo permiten al trabajador nocturno tener un promedio sobre un periodo de 17 semanas de la misma manera que las horas semanales de trabajo. Los trabajadores nocturnos también tienen derecho a asistencia de salud gratuita.

  3. vamos a ver a este elemento lo conozco de hace muchos años,es un elemento de cuidado,estuvo hace bastantes años enchulado con alguna prostituta de los conejitos en la calle antonio cachero estaba este puticlub barato,el si que se tendria que ir a tomar por el culo,abuso de la gente esta,porque no tiene media ostia el enano ese

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